Angelic Fruitcake

...La verdad tiene estructura de ficción.

Se miran, se presienten, se desean,
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, se despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se encarnan, se menean,
se retuercen, se estiran, se caldean,
se estrangulan, se aprietan, se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, en enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehuyen, se evaden, y se entregan.

Y sabés desde un principio que está podrido.

Pero lo intentás igual.
Y tenés 14 carteles escritos en mayúsculas, cinco amigas, y un desconocido que te dicen: "No te tires, la pileta está vacia."
Y qué hacés vos? Te ponés esa bikini divina y te tirás al vacio.
Vamos... siempre supiste que los de su raza no se pueden cambiar. Esto de ser así, lo llevan en los genes.
"Esta vez va a ser diferente" le decis a tu espejo una y otra vez. Cuando conseguís creertelo, salís al mundo diciendo: "así estamos bien, no necesitamos más."
Llegás de nuevo a tu mundo y el mismo reflejo te escucha putearlo una y otra vez por hacer lo mismo de siempre...
O capaz, tu bronca viene porque estás esperando un gesto, un momento, una palabra... De esas que te autoconvenciste que iban a llegar, pero no. Siguen ausentes.
"Basta, no me importa! Dame otro tequila!!". Ni vos te la crees amiga.

Decis "y es que no podemos ser mas de lo que somos, perderia la magia." mientras en tu interior deseas una y otra vez que se pierda toda esa magia, toda esa fantasía para que el "vos y él" se haga realidad.
Y esperas una vez...te lastimás.
Esperás dos... y te lastimás.
Volves a esperar... y justo que esta vez iba a parecer diferente!!!... adiviná que pasa? te lastima de nuevo.

Y vos dónde estas para él? En sus viernes a la noche nomas?

ai ai ai, me hubiera encantado rescatarte antes... es que realmente parecia que estas bien...

Y ahora te veo llorar. Volaste tan alto... y pum.
Llegó un momento en que la mentira no pudo aguantarse más...
La gente no cambia... la escencia se mantiene.

De todo corazón, ojalá hubiera estado enamorado de vos... te mereces eso y mucho más.

Un día te levantaste y abriste los ojos.
Te diste cuenta lo que estaba pasando
y asi como quien deja de fumar, decidiste dejar de matarte...
decidiste no verlo más.

¿Por qué será que las mujeres estamos convencidas que podemos arreglar eso que está roto desde un principio?

Amiga, que madurez. Dejar el vicio de esa manera.
Y duele. Y aprieta, y se retuerce dentro tuyo, pero sabés que es lo mejor.
Te cortaste los dedos para no responder un mensaje.
Lloraste en mi hombro y tomamos en su honor.
Y ahora?... meditas...me estás flaqueando amiga.

Muñeca, mira a tu alrededor!
Tenes gente bien. Gente con G grande.
Gente que te quiere ver Bien,
Gente que te quiere... dar tmb. :)
amigas que te extrañan.. (ejem ejem...)

Y vos? Flaqueas.
Amiga, te habias empezado a levantar.

Vos misma lo decís... el te lastimó un montón. Es un forro y no te merece.
Te despertaste.
Asumiste que las cosas estaban mal nacidas desde un principio.
No vuelvas a fumar.
No vuelvas con él.
Sabés que te hace mal.

Cuando te mande mensajitos
cuando te llame por teléfono...
cuando quiera llamar tu atención, como cobarde que es...

Acordate que ya no estás de duelo.
Qe tenes quien te cure las heridas.
Aprendiste, hermosa.

Yo se qe duele, qe lo queres, pero solo te pido un favor:
si ya te diste cuenta el error, ya te diste cuenta qe te hacia mal... no seas como las mariposas que vuelan hacia la luz pensando qe es el sol, se queman, se separan y se vuelven a quemar...
No te confundas, no pienses qe es el sol... Él solo es una lamparita de bajo consumo.

[...Encantada de seguir rompiéndome la cabeza contigo, Amiga.]

Lo decidí.

Como no puedo actualizar todo el tiempo, los lunes van a ser de novela.
Más novela que mi novela de todos los días, espero que entiendan...
Son 8 Capítulos la novela que quiero compartir con ustedes. Se lee rápido y es uno de los mejores textos que leí lejos.

Para ustedes:
Marco Denevi, Ceremonia Secreta.
Enjoy it :)
  • Capítulo 1
Aún no había comenzado a clarear cuando la señorita Leonides Arrufat sa­lió de su casa.
No se veía un alma en la calle.
La señorita Leonides caminó pegada a las paredes, los ojos bajos, el cuerpo tieso, el paso enérgico y casi marcial, como con­viene que camine a esas horas una mujer sola si además es honesta y por añadidu­ra soltera, aunque tenga cincuenta y ocho años. Porque nunca se sabe.
(Pero, ¿quién se hubiera atrevido a abordarla? Vestida toda de negro, de pies a cabeza, en la cabeza un litúrgico som­brero en forma de turbante, al brazo una cartera que semejaba un enorme higo po­drido, la figura alta y enteca de la seño­rita Leonides cobraba, entre las sombras, un vago aire religioso. Se la hubiera podi­do confundir con un pope que al abrigo de la noche huía de alguna roja matanza, si la sonrisa que le distendía los labios no mostrase que, por lo contrario, aquel pope corría a oficiar sus ritos).
Marchaba tan de prisa que las rodillas, filosas y puntiagudas, golpeteaban en la falda del vestido, en el ruedo del tapado, y vestido y tapado le bailaban alrededor de las piernas como una agua revuelta en la que chapotease, y de cuyas salpicadu­ras parecía querer salvar el ramito de hojas y de flores que sostenía reverente­mente con ambas manos a la altura del pecho.
Al llegar a la casa de aquel niño para­lítico que una vez le había sonreído de­positó sobre el umbral de la puerta de calle una flor de pasionaria, inclinó la frente, y en voz alta rezó: “Oh, Señor, a cuya voluntad corren los momentos de nuestra vida, acoge las ruegos y ofrendas de tus siervos, que te imploran por la salud de los enfermos, y sánalos de todo mal”.
Siguió caminando.
En el balcón de la casa de Ruth, Edith y Judith Dobransky puso una rama de vincapervinca atada con una cinta rosa, y oró: “Que el Dios de Israel sea el taber­náculo de tu virginidad, oh doncella, y te salve de las tentaciones de la ser­piente”.
Siguió caminando.
Arrojó tres hojas de cineraria en el jardín de un chalet frente al cual, varios días antes, había visto detenido un corte­jo fúnebre, y en un intrépido latín musi­tó: “Requiem ae ternam dona eis, Domine, y lux perpetua luceat eis”.
Siguió caminando.
Ahora le llegaría el turno a Natividad González. A esa mujerzuela le dejaba dia­riamente, desde hacía meses, una ostentosa rama de ortiga. La señorita Leonides tenía decidido que la rama de ortiga fue­se como una esquela donde, sin usar ma­las palabras pero con todos sus puntos y comas, se invitara a la destinataria a mu­darse de barrio. Pero Natividad González parecía ser analfabeta al idioma de la ortiga y no se mudaba nada. De modo que la señorita Leonides se veía en la pe­nosa obligación de insistir en sus urti­cantes intimaciones de desalojo.
Pero cuando aquella mañana se detu­vo frente a la casa de Natividad, cuando abrió la cartera y, conteniendo la respi­ración (a fin de volverse inmune al vene­no de la ortiga), extrajo su mensaje; cuando iba a colocarlo sobre el umbral, un rayo cayó sobre ella y la fulminó. El rayo era Natividad.
La cual Natividad, con cara de no haber dormido, con cara de haber estado toda la noche en acecho, pálida y despeinada, se plantó frente a la señorita Leonides y se puso a insultarla clamorosa y concienzu­damente. La llamó con nombres erizados de erres y de pes como de vidrios rotos, le adjudicó imprevistos parentescos, le atri­buyó profesiones a las que se suele califi­car ya de tristes, ya de alegres; la apos­trofó como los peores pecadores seremos apostrados el Día del juicio, y, en fin, la exhortó a perpetrar con la pobre ortiga los más heroicos y los menos vulgares usos y abusos. Se hubiera dicho que Na­tividad se había multiplicado por ciento y que las cien Natividades chillaban to­das juntas. ¿De dónde sacaría aquella mujer tantas palabras? La señorita Leonides tuvo la aterradora sensación de una lava volcánica que avanzaba hacia ella y en la que, si no escapaba a tiempo, que­daría atrapada para siempre como un ha­bitante de Pompeya. Para zafarse del río de fuego y no morir dio media vuelta, y todo lo decorosamente que pudo, se alejó.
(Quiero decir que corrió como una lo­ca, por cuadras y cuadras, hasta que no pudo más. Cuando las piernas se le do­blaban como alambres se detuvo. Jadeaba. El tambor del pulso le ensordecía los oídos. Debajo de la ropa todo su cuerpo destilaba un mucílago helado. Los pies le latían como corazones. Bizqueaba y sen­tía deseos de vomitar. Tardó un siglo en serenarse).
Para ir a tomar el tranvía dio un larguísimo rodeo, porque allí mismo se juró no volver a pasar jamás delante de la ca­sa de Natividad. Jamás. Y como refirmando aquel solemne juramento, arrojó al suelo el resto de las flores que todavía conservaba en una mano y que parecían repentinamente marchitas, quemadas, sin duda, bajo el azufre de los insultos.
Entretanto, una especie de relámpago fijo se instalaba en el cielo, y espoleado por esa tormenta apareció, como salido de alguna casa, el primer tranvía.
La señorita Leonides lo tomó, se sentó junto a una ventanilla, y una infinita calle, compuesta con los trozos de muchas calles, comenzó a rodar bajo sus ojos. Se lo conocía de memoria ese itinerario. Pero no importa, ella siempre hallaba la forma de entretenerse. Contaba, por ejemplo, los árboles de la acera (salteándose uno que otro que le resultaba antipático), buscaba en los carteles murales las letras de su nombre, trataba de adivinar cuántas personas de luto vería antes de llegar a la sexta bocacalle. Cuando se tiene ima­ginación, uno no se aburre.
(La verdad es que estos juegos habían terminado por convertirse en obsesiones. La señorita Leonides no podía sentarse en el cuarto de baño sin contar los azulejos de la pared. En la cocina solfeaba furiosamente con los ocho vidrios de una ventana. Mientras caminaba por la calle iba agrupando los mosaicos en cruces, en estrellas, en grandes figuras poligonales. A veces el dibujo era tan complicado que tenia que dejar de caminar para terminarlo. Y entonces había que verla, de pie en medio del río de peatones, paseando por el suelo un arabesco de miradas que excitaba la curiosidad de todo el mundo).
Pero aquella mañana la señorita Leonides no estaba para juegos. Tan pronto como se ubicó en el asiento de madera del tranvía, los céfiros del pensamiento la raptaron y le llevaron lejos, la transportaron hasta la casa de Natividad González.
¡Dios mío, qué lenguaje había emplea­do aquel basilisco! La señorita Leonides no recordaba, concretamente, ninguna palabra; todo se fundía en un mismo ga­limatías inextricable. Pero que esa fritura estaba condimentada con los insultos más atroces, no lo dudaba. Fíjese: una mujerzuela se permitía vejar, en plena calle y a voz en cuello, a la señorita Leonides Arrufat. Y ella, ¿cómo se lo había consentido? Ah, no, era necesario volver a poner las cosas en su sitio. Y comenzó a injuriar mentalmente a Natividad. No disponía del vasto repertorio de la otra, pero ¿qué importaba? Se conformaba con una sola palabra. Una palabra terrible. Arrastrada. Y la repetía como una fórmula mágica,-como un conjuro, como quien redobla golpes sobre un clavo rebelde. La repetía hasta el éxtasis, hasta el vértigo y la em­briaguez angélica. Se imaginaba que aquella palabreja, así salmodiada, volaba por encima de las calles y los edificios, llegaba hasta la propia Natividad, caía sobre la miserable como una lluvia de ar­dientes alfileres, la derribaba y la arrojaba al suelo, allí le sorbía el orgullo, la juventud, la belleza, aquel maligno vigor que había despegado con la señorita Leonides, y, por fin la abandonaba como una nube de langostas a un árbol seco.
(Y mientras concebía estos seductores destinos para Natividad, la señorita Leonides temblaba en su asiento y hacía pequeños ademanes y gestos espasmódicos, de modo que la persona sentada a su lado podía pensar que la señora del turbante abacial no estaba en sus cabales. O tal vez pensase, como alguien lo pensó, que la había reconocido y que toda esa mímica era atribuible a la emoción o equivalía a un secreto mensaje cifrado).
De pronto la señorita Leonides recordó algo. Sí, un pequeño episodio dentro de la gran escena con Natividad. En su mo­mento lo había mirado sin verlo, y en se­guida el terror lo sepultó bajo sus ondas. Pero ahora que esa agua turbia se había evaporado, el pequeño episodio reapare­cía. Fíjense que Natividad, mientras acri­billaba de palabrotas a la señorita Leonides, había acercado inadvertidamente un pie descalzo a la ortiga, y la ortiga la había mordido. Como diciéndole: “Grazna todo lo que quieras, que yo lo mismo te clavo las uñas, porque así !o ordena mi ama. Yo la obedezco a ella, no a ti”. Y Natividad había dado un respingo, había apartado el-pie de la ortiga como de una brasa, y exacerbada más por la humillación que por el dolor se había puesto a aullar como una loca. Recordándolo, la señorita Leonides sufrió un ataque de hilaridad. Se sofocaba. Debió llevarse el pañuelo a los labios. Pero no pudo evitar que los hombros se le sacudiesen y que una ráfaga de risa se le escapara estrepi­tosamente por la nariz.
Espantados por ese ruido, los céfiros soltaron a la señorita Leonides y la deja­ron caer otra vez en el tranvía. La señorita Leonides se movió sobre su asiento, to­sió, compuso una cara de dignidad ultrajada y se volvió hacia la persona ubicada a su lado.
Fue como virar en redondo y chocar con la punta de un cuchillo. Porque la persona ubicada a su lado era una muchachita (confusamente la distinguió ru­bia, un poco gorda, vestida de luto), y esta muchachita, hundida en su asiento, las manos en los bolsillos del abrigo, in­móvil y como con el alma en suspenso, tenía el rostro resueltamente vuelto hacia la señorita Leonides y la miraba. Pero la miraba no como una persona momentá­neamente sorprendida porque oyó que al­guien se reía solo, sino como quien espera esa risa y sabe que después de esa risa ocurrirá una cosa tremenda, y ahora es­pera que esa cosa tremenda suceda.
La señorita Leonides apartó la vista (la apartó trabajosamente, como si para ha­cerlo, qué cosa tan extraña, hubiera te­nido que desmontar un engranaje) y se dedicó a mirar a través de la ventanilla. Esperó un rato y luego miró hacia ade­lante. No necesitó más para comprobar que la muchacha no había cambiado de posición.
Volvió a mirar por la ventanilla y vol­vió a mirar hacia adelante. La muchacha no se había movido.
“Es una pobre loca”, pensó.
Pero con pensar que es una pobre loca no se gana mucho si la pobre loca está sentada a nuestro lado y nos escruta hip­nóticamente. La señorita Leonides no sa­bía qué hacer. Se sentía vagamente ame­nazada. Le parecía que aquella muchacha había comenzado a envolverla, a compro­meterla. A partir del momento en que las dos se miraron, la joven había dejado de ser una desconocida. Estaba posesionán­dose de ella. La invadía. Le trasvasaba una responsabilidad, una carga, un peli­gro. Hasta la coincidencia de estar vesti­das de luto creaba entre ambas un miste­rioso vínculo que las separaba de los demás y las colocaba juntas y aparte.
Los ojos de la señorita Leonides iban de la ventanilla a la puerta delantera del tranvía y viceversa, y gracias a ese ir y venir vigilaba a la muchacha. Y la mu­chacha seguía mirándola.
La señorita Leonides abrió y cerró re­petidas veces la insondable cartera, ca­rraspeó enérgicamente, canturreó en voz baja, se puso a leer las fascinantes ins­cripciones del boleto, demostró en todas formas que no estaba intimidada.
Y la muchacha seguía mirándola. Se­guía mirándola, seguía mirándola.
“Como me siga mirando así (gemía mentalmente la señorita Leonides) voy a preguntarle si tengo monos en la cara. ¿Pero no se da cuenta del papel que hace? ¿O seré yo la que llamo la atención? ¿Ten­dré algo en la oreja? ¿Se me habrá puesto la cara violácea? ¿Estaré por morirme?”
Abandonándose a una suerte de vértigo sé volvió hacia la joven. ¿Para qué lo hi­zo? Debió apartar rápidamente la vista. Pues aquella chiflada seguía mirándola, si, pero las pupilas que antes parecían es­perar algo tremendo ahora se habían he­cho añicos. La muchacha lloraba. Lloraba silenciosamente, sin un gesto, sin un mo­vimiento. Lloraba con las manos en los bolsillos. Encogida en su asiento, lloraba. Lloraba y miraba a la señorita Leonides. Miraba a la señorita Leonides y amarga­mente le reprochaba no cumplir con el pacto.
¿Con el pacto? ¿Con qué pacto? La se­ñorita Leonides perdió la cabeza. Brusca­mente se puso de pie, pasó por delante y por encima de la joven, literalmente la aplastó, sintió bajo sus pies los pies de la otra, le pareció que la muchacha inten­taba detenerla, que murmuraba algo, pe­ro ella no debía escucharla, porque si la escuchaba estaría perdida, perdida para siempre. Corrió por el pasillo, chocó con un pasajero, le gritó al conductor que de­tuviese el tranvía, cuando el tranvía llegó a la esquina se arrojó del pacífico vehículo como de un edificio en llamas, trastabilló, estuvo a punto de caer, se alejó por la calle a todo lo que se lo permitían las piernas. Ni una sola vez se volvió a mirar hacia atrás.
Estaba en San Martín. Desde San Mar­tín y Córdoba oyó las campanas del San­tísimo Sacramento. La iglesia la acogió como siempre la recibían todas las igle­sias: como el asilo secreto que la ponía a salvo de los infinitos males de este mundo.

[...y lo mejor está por venir.]

Hoy:

  • Me levanté a las 6.15 de la mañana
  • fui a trabajar por primera vez después de un mes después de la licencia
  • llegué demasiado temprano
  • me cagué de frío,
  • estoy afónica.
  • Salí del laburo
  • Esperé el bondi 30 minutos
  • tuve 1 hora de viaje en el cochino 33 para ver a G.
  • En esa hora contesté los 13 mensajes que me llegaron por el día del amigo y mandé 5.
  • Me pelié con el coletivero antes de bajarme del bondi.
  • Me enteré que mi Amiga Flave se va a vivir sola y estaba triste y yo no estaba con ella.
  • Llamé desde el cel 7 veces a G para que se despierte y me abra la puerta.
  • En el 8vo intento un negro me agarró de atrás y me robó el celular que me compré rompiéndome el lomo laburando y todavia no terminé de pagar.
  • Me amenazó con "quemarme"
  • Me resistí
  • Me apoyó
  • Le supliqué
  • Me tiró al piso
  • Perdí toda la voz que me quedaba pidiendo ayuda
  • No solté el celular
  • Me pegó la cabeza contra la vereda
  • Me manoseó
  • Se fue caminando con mi celular en la mano.
  • Aproximadamente 15 personas observaron el hecho cual si estuvieran en un rodaje de una película de acción.
  • Tuve un ataque de nervios.
  • Llegué a la casa de G.
  • Toqué el timbre, golpié la puerta y patié el portón.
  • Grité.
  • Putié.
  • Salió un vecino y al enterarse de lo que pasó me quiso ayudar
  • Al tercer intento de llamarlo, despertó a G y lo hizo venirme a buscar.
  • Me abrazó.
  • Disminuyó mi ataque de nervios y me puse a llorar.
  • Entramos a su casa.
  • Me abrazó de nuevo.
  • Seguí llorando.
  • Se puso nervioso
  • Se sintió culpable.
  • Me dijo mi amor, bb, y esas cosas lindas qe solo le quedan bien a G.
  • Se calzó la capa azul y lo quiso salir a buscar.
  • Dejó la capa azul y agarró un cuchillo para salir a buscarlo.
  • Me dijo qe él me había prometido que al que me hiciera algo lo iba a matar.
  • El corazón me latió a mil, y no por el susto.
  • Lo convencí y se quedó conmigo.
  • No podía dejar de temblar.
  • Me puso alcohol en todas las lastimaduras de la mano que dejó el forcejeo.
  • Me sopló la mano porque me ardía mucho.
  • Me dijo que él me iba a comprar un celular.
  • No soporta verme llorar, lo pone nervioso
  • Llamé a mi abuela
  • Llamó a mi mamá
  • y ella llamó a mi papá.
  • Los tres llamaron a G preguntando por mi.
  • La mandé a la mierda a mi mamá, por hablarme como si tuviera la culpa.
  • G dijo que yo siempre era su primera prioridad.
  • Fuimos a hacer la denuncia.
  • Nos dimos cuenta que era al pedo antes de cruzar la puerta.
  • Me cocinó un omelette experimento que le salió buenisimo.
  • Me hizo muchos mimos.
  • Me intentó tranquilizar
  • Inventó más cosas lindas para decrime.
  • Lloré de a ratos, mal.
  • Vimos una peli de Nerds.
  • Comimos caramelos.
  • Mimos.
  • Le conté todo a la mamá de G y su papá.
  • Ella me abrazó y me dijo: "yo te quiero, Pipi"
  • Llamó el vecino preguntando como andaba.
  • Cené en casa de G.
  • Me trató bien, enserio.
  • Me trajo hasta casa antes de tener que ir a su casa a ponerse a trabajar
  • Me prometió que nunca más me iba a dejar sola.
  • Me dió tres besos de despedida.
  • Espero a que entrara.
  • Mi hna me preguntó como estaba
  • Mi papá me abrazó en cuanto me vió y me dijo qe la saque barata, qe me podía haber pasado algo peor.
  • No cené.
  • Se me partió la zabeza todo el día.
  • No puedo deshincharme los ojos para ir a trabajar mañana.
  • Tomé la pastilla.
  • Me desvestí.
  • Encendí la Pc.
  • Actualicé twitter (como verán)
  • Actualicé facebook y un salame se ríe de mi estado haciendo alución a este hijo de puta.
  • Me agarra sueño.
  • Actualizo el blog.
  • Me voy a dormir.


Mañana será otro día.



Hoy me desperté como si fuera un día en un par (bastantes) de años y yo estuviera soltera.

Sisi, hoy me imaginé viviendo sola un día de soltera.
De hecho, más que imaginármelo, lo desee con todo el corazón.
Me sentí bien.



Brrrr Brrrr Brrrrrr (vibrador de mi celular en mudo, 8.50am)

G:-Holaaaaaaaa! (a los gritos pelados)
L:-mmmdashdgkjsbcizhlsbfr hola...(con voz decrépita de meacabasdelevantarsalame)
G:-Como estáaaaaaaas? (yo no se como una persona puede ser tan efusiva una mañana de miércoles)
L:-(todavía intentando despegar mis párpados) ...bien y vos?
G:- Uhh qe onda qe tenés eh... (HOLAAAAA SON LAS NUEVE MENOS DIEZ DE LA MAÑANAAA Y PUEDO DORMIR COMO UNA MORZA HASTA CUALQUIER HORA SI NO ME HUBIERAS DESPERTADOOO!)
L:- Bueno che, recién me despierto...
G:- Ah, estabas durmiendo? (no, estaba preparando tortas fritas y pintándole las uñas a mi perra.)

bla bla bla bla


Cuestión? G solo me llamó para ver si yo qería comprarle el monitor que en un tiempo me dijo qe él me iba a regalar.
No. No tengo un peso partido al medio por este mes.

Dp de su supermegaoferta, me dijo qe vaya a su casa a cebarle mate mientras trabaja...
Unicamente a cebarle mate.
Ya lo intentamos una vez, y no me banqué la falta de atención.
Tuvimos un intercambio de opiniones, en las cuales se qejaba (como siempre) de mi pseudomalaonda y qe no lo había ido a ver en toda la licencia qe me dieron por la operación (apendicitis, otro dia hablamos de eso...)

Cuestión, qedamos que cuando me levantaba lo llamaba y lo iba a ver, dp de la hora que tengo qe viajar para ir hasta allá.

clic. (Tapita de mi celular cerrándose..)

y me qedé en la oscuridad de mi habitación, mirando la nada.
Si, estaba puteando en mudo por la hora, por la petición, por el viaje, por la futura falta de atención, por todo.

Suspiré y me imaginé mi vida sin hombres.

Agarré la notebook, para ver los mails, entrar al blog y fijarme si alguien me dejó algo en el msn, como todas las mañanas.
Y en eso, mientras estaba acostada en mi cama, tapadita, con mi pc... se acerca mi perra en busca de mimos y un "buenos días".

Ahí, y no me preguntes por qué, empezó mi fantasía de vivir sola, completamente sola, sin hombres que exijan tiempo ni espacio.

Ella vino, le acaricie un poco la cabeza, me apastó con sus patitas, y listo.
Se acostó al lado mío.

Yo pensé: así me qiero levantar muchos (muchísimos) otros días más.

Me imaginé una vez recibida, ya ejerciendo, que me despertaba así.
Que podía poner la música a todo lo que da, con mi radio preferida...
Que me podía preparar el desayuno que se me antojaba, con lo que haya en la heladera...
Que si quería pasear en ropa interior buscando ese pantalón recién planchado, lo podía hacer.
Por qué? Porque era mi casa, estaba sola y no había nadie qe me venga a hinchar con tal o cual cosa.

Sonreí. Y me vino el buen humor.
(Yo estoy convencida que mi humor se define 20 minutos dp de que me haya despertado. Así, clavados. No importa si en los veinte minutos me pasó algo terrible. Si cuando se cumple este tiempo estoy en una buena situación, mi humor está copado.)

Así que con toda esta ilusión en la cabeza, me dieron ganas de prepararme el desayuno. (Yo JAMAS desayuno)
Me hice mi chocolatada, con mi media cucharadita de azúcar, agarré las tostadas que había hecho la mañana anterior, manteca, mermelada de durazno, y al comedor.
Llevé la notebook.
Puse la radio que a mi me gustaba.

Abrí la pc, y con un pedazo de pan con mermelada en la boca, estoy escribiendo esto.
Es genial, que hasta tengo ganas de escribir.

Me imagino como será que todos los días empiecen así. De buen humor, contenta...sin que venga mi vieja con qe me ponga a hacer las cosas de la casa, o preguntarme por los parciales o lo que sea... sin que mi hermana esté con su amiga poniendo música de RBD (si, lo qe leyeron.) cantando con tonito mexicano.

Solo Ámbar y yo.

También me puse a pensar en como sería volver a trabajar así.
Si, puede ser que la noche sea un poco más triste estar solo...
Pero llegas tranqi, dejás los zapatos donde se te plazca. La cartera, el abrigo. Pones música o lo que fuera... comés cuando tenes hambre, llamas a qien qieras llamar (si tenés qe llamar a alguien) y no te va a dar vergüenza si te querés poner los dibujitos o esa serie de animé que te encanta, en la tele.

A todo esto, tuviste 24 horas sin que nadie te rompiera las pelotas en tu casa. Sin tener que ir a cebarle mate a nadie, sin quedarte estática durante horas mirando lo que hace mientras que no entendés un soto de eso.
No hay llamadas a las 6.00 am pregunáandote boludeses, no hay nada de eso.
Wow sería genial...
De hecho, yo estaba pensando en que... - brrrrr brrr brrrrrrr
A ver, esperen un poqito...

L:- Hola...Si. Bueno, si ya se... Bueno, no, no tardo más... Sisi G, ya voy para allá. Bueno no te qejes...No, no estoy de mal humor... no, no tengo mala onda... Bueh... si..si...Bueno G. Okey. En un rato estoy para allá. Sí, te voy a hacer compañía... Sí, cebarte mate también... Bueno... Buen... Bue... Chau.

Clic. (Tapita de mi celular)




Un cronopio encuentra una flor solitaria en medio de los campos. Primero la va a arrancar, pero piensa que es una crueldad inútil y se pone de rodillas a su lado y juega alegremente con la flor, a saber: le acaricia los pétalos, la sopla para que baile, zumba como una abeja, huele su perfume, y finalmente se acuesta debajo de la flor y se duerme envuelto en una gran paz.
La flor piensa:
"Es como una flor"



Soy una persona extremista, lo sé. No soporto los grises aunque mi vida esté llena de ellos, y me la paso buscando los limites. El borde entre lo blanco y lo negro.Y cuando lo encuentro, ahí construyo una barrera.
Odio este mecanismo en mí, pero lo hago (o por lo menos lo hacía) constantemente.
Etiqueto, clasifico, titulo todo. Es mi necesidad.
Yo creo que eso lo hago para saber hasta donde puedo llegar, o hasta donde permitir que se acerque el resto del mundo. Sin embargo, este proceso tiene sus riesgos y nunca me había dado cuenta, hasta ESE punto sin retorno.
Yo tengo barreras. Todo el mundo las tiene.
Con ellas, me encargué de encerrar al resto del mundo, aunque eso signifique aislarme a mí misma. De esta manera, conseguía que nadie me importe lo suficiente, que nadie me lastime hasta herirme, pero con esta distancia, tampoco nadie llego a llenarme.
Me bastaba con imaginarme un montón de situaciones en las que me sentia plena, pero entre sombras. Mi príncipe azul, no tenía voz, ni nombre, ni cara.
Yo era feliz siendo hipócrita con mi vida, en mi mundo de ilusiones. En realidad, no se si feliz, pero estoy en uno de esos momentos, en una de esas etapas, en que me planteo el deseo de volver a ese estado, aunque eso implique vivir encerrada en mis propios miedos de sentir.
Desde que tengo uso de razón que esas barreras existieron, no me preguntés por qué. Nadie ni siquiera estuvo cerca de tambalearlas. Hasta ese punto sin retorno.
Qué me paso? Una serie de eventos no se que tan afortunados.
Yo iba caminando indiferente por la vida. Las personas se iban y venian, y ni me despeinaba. El olvido era algo que practicaba a menudo.
Hasta que llegaste vos, mientras menos te esperaba, mientras menos te quería, mientras menos te necesitaba.
Mi primera impresión, no fue del todo buena, y definitivamente te hacía parte del resto del mundo, del otro lado de mi muro. Estaba disfrutando de mi soltería, festejando el peso de ensima que me había sacado al desprenderme del parásito con el que solía salir. Tenia a mi disposición todo un banco de suplentes y la agenda llena. No era el momento en que alguien como vos arruine mi momento.
Pero por más que pienso y pienso, no puedo encontrar el límite, el momento en que eso cambió: de un día para el otro, eras lo único en que valía la pena pensar. Veía tu nombre en mi identificador de llamadas y ya sonreía, porque eras vos, esa persona que cancelaba el tiempo y el espacio.
Eras uno más, debo decirlo. Un chico que estaba en ese momento, como lo estuvieron otros tantos. Cuando dejas de ser "ese" y te convertiste en Él?
Y de a poco me contagiaste de tu locura, esa locura hermosa que te caracteriza tanto, que te hace tan único, tan vos. De a poco aprendí a acariciarte, a entender tus heridas. Y vos siempre me regalabas una sorpresa. Tengo tantas imágenes riéndome como una tarada por alguna estupidez que dijiste.
Nunca te dije como me gusta tener que levantar la cabeza para mirarte, hasta que mis labios queden bien cerca de los tuyos. Tampoco nunca entendiste lo mágico de tus abrazos, aún hoy, pienso que no hay lugar más seguro en el mundo.
Ahora que lo escribo, creo entender el problema. Reemplacé mi barrera por tus brazos. Ya no necesitaba marcar una distancia con el mundo, sino que con el simple hecho de caminar de tu mano, sabía que no me ibas a dejar caer. Confié en vos. Por primera vez me entregué por completo a alguien.
Y el tiempo empezó a pasar y yo nunca dejé mi escencia.
Soy una persona extremista, lo soy con todas sus consecuencias.
De repente, eso que era un juego perverso de los dos, que nos hacía reír con sus mensajes subliminales, se convirtió en un enfrentamiento constante. Eso que tanto te gustaba, dejó de darte gracia y hacía tiempo que a mi me lastimaba.
Pero vos eras vos.
De repente, veíamos un par de viejos en la calle y me decías “te imaginas cuando seamos así?” y yo sin poder creer que alguien pueda decir algo así, con ese sentimiento, voz y entonación, te miraba a los ojos, y te decía que si, con todo el deseo del mundo.
Un día, entramos a tu casa, me alzaste diciéndome: “así vamos a entrar a nuestra casa cuando nos casemos”.
Donde estuviste toda mi vida? Para que quiero otras personas, si todo lo que quiero y necesito tiene tu nombre y apellido? Como hiciste para darle sentido al universo, a todo lo que sentia?
Que triste.
Como haces para no enamorarte de una persona que te mira a los ojos, se queda en silencio hasta confesar que está enamorado? Que te cante, que te inventa historias con ustedes como protagonistas?
Odio que seas así. Tan todoloqueyoquería.
Que manera de equivocarme.
Yo y mi extremismo. Una pelea era un mundo. Y cada uno llevaba las cosas para su lado. Estiramos, estiramos y se rompió. Tarde. Se rompió.
Vos nunca me respondiste cuando yo tenia mis momentos de lucidez e intentaba arreglar las cosas, ni yo me di cuenta lo que te pasaba y como te contestaba. No me di cuenta que aún durmiendo al lado tuyo te había dejado solo, como todos.
O arreglamos todo o se termina todo acá. Que pelotuda. No consideré que eran dos opciones. No consideré que se podía elegir cualquiera de las dos. Yo y mis intentos desesperados por solucionar mis dolores, nuestros conflictos.
Y lo elegiste. Sin titubear lo elegiste.
Fue la primera vez que te llorar. Nunca me había sentido peor en mi vida. Se me nubla la vista de solo pensarlo. Estaba confirmando: sentías de verdad. Que tus comentarios ácidos no eran más que reflejos de tu escudo, ese que le mostrás a los demás.
Te rompí.
Y creo que nunca nadie me había lastimado tanto, nunca nadie había pasado mi barrera.
Tu dualidad. Tus tiempos. No creo en los tiempos. Que mentira que fue esa escena. Me pedías espacio y en tus ojos gritabas que te abrace. Me dijiste no te lleves tus cosas, total, vas a volver. Estabas improvisando. No sabías lo que hacías. Pero aún así no lo evitaste, no lo pensaste, no nada.
Creo que nunca nadie me había roto el corazón, nunca se lo permití a nadie.
Vos y tu discurso me hicieron sentir culpable de todo, TODO lo que pasaba aunque las relaciones se llevan de a dos y no puedo pelear contra la pared.
No me quería ir. No querías que me fuera. No sabía si iba a volver. No, no, no.
Me despediste 3 veces. Me agarraste de la mano para acompañarme al bondi. Me dijiste que estaba hermosa, aún con los ojos tan hinchados de llorar, me nombraste por tu apodo, me dijiste que no me vaya, me diste un beso en la boca. Me subí al colectivo y te apuraste a llegar a la otra parada para verme pasar.
Me dieron el asiento. El mundo había entendido que mi universo se había hecho polvo.
Y pasó el tiempo, cosas que no me quiero acordar, pero siempre estuviste ahí. Nunca te dejaste de ir. Nunca me diste el tiempo ni el espacio que me pediste. Nunca nadie nada.
Estaba dolida, despechada.
Quise volver a construir mi barrera, pero ya era tarde. Estaba deshecha. Y lo intenté todo, como un perro desorientado. Salí, conocí mucha gente, pero vos no estabas. No quería ni necesitaba un banco de suplentes otra vez. Al fin encontré lo que estaba buscando, aunque lo haya perdido o se haya alejado.
No te encontré. Y ahí me di cuenta que esas escenas cotidianas que imaginaba que sucederían en mi futuro, no pueden tener como personaje otro que no fueras vos. No me imagino al nene sin tu sonrisa compradora, ni a la nena sin tus ojos enormes y tan transparentes. No. Mi barrera estaba completamente deshecha. Mi príncipe azul, aunque medio desteñido ya había aparecido, y ahora lo tenía en otro mundo, en otra galaxia, en otro universo.
Lo odio, me dije mil y una vez, y aún así no me la creía ni yo. Todo mi entorno fue testigo de este drama. Y yo? Seguía tan vacía como antes.
Todos los días hablé con vos. Todos los días. Y aunque al principio te planteaba cosas o te trataba con despecho, bastaba con que un "preciosa" hiciera que me enamorara un poquito más de vos.
Leo esta última línea, y me siento una pelotuda.
Paso un mes...pasaron dos...las horas ya no tenían ni sentido ni dirección ni nada.
En ese tiempo, me fue bien en todo lo que te puedas imaginar. Mi familia, mis amigos, la facultad, el laburo, todo. Pero nada.
De a poco, a partir de un día como cualquier otro, dijimos de salir. Bueno, listo.
Yo no voy a coger, les dije a las chicas. Nono, no soy una muñeca ni nada por el estilo. Si no tenemos título, yo nada.
Y salimos. Y fue mágico. Y no me tocó ni un pelo.
Y ahí se repitió todo. Otra vez lo cíclico.
Y ahora no se que pasa. Yo y mi necesidad de etiquetar, clasificar y titular todo. No se que pasa.
Rocio es mi hermana, Flavia es mi amiga, Olga es mi abuela... y vos? Vos qien sos?
Me cuidas. Me cuidas de nuevo. Pero no es lo mismo. Esa sensación no deja de sentirse en la piel. Algo se rompió. Y no se si es porque no quiero lastimarme de nuevo, no se si es porque no quiero que me robes lo poco que queda de mi, no se por que es...pero no es lo mismo.
Y no se lo que sentís, y eso me desespera. Ya no hay ninguna palabra de amor. Surgen de nuevo los apodos, dormimos juntos de nuevo y ambos recuperamos nuestras caricias, las de siempre. Llega el momento y volvemos a ser los de antes. Pero no puedo decirte que te amo, no puedo decirte nada. Por que la única vez que me arriesgué terminé con una muralla y un corazón hechos mierda. Así que prefiero callarme y que el dolor en el pecho, al que mi psicóloga llama angustia, se apodere de mí, dure lo que dure nuestro encuentro.
Dejaste marcas, eh. Llega el momento de despedirse y me olvido de hablar, de pensar de mirar, de todo. Caigo tan profundo cuando tengo que decirte adiós. Porque no se si nos vamos a ver de nuevo, es como si la escena del despido de antes se repitiera una y otra vez. Y vos me preguntas que me pasa...y me hablas lindo y tierno. Y yo me alejo, pienso de nuevo en esa barrera que ocupo mi cabeza los dos meses que estuvimos separados. Me alejo sin querer, me alejo como acto de defensa, pensando en que no quiero que te alejes vos. No de nuevo.
Y cada palabra tuya hace que me lata fuerte el corazón. Y me abrazas y pienso que el mundo no es mi lugar. No se como explicarlo... revolucionás todo. Todo.
Odio lo que pasó este mismo día hace un año. Esa seria de eventos desafortunados que modificó mi vida para siempre, de una forma tan profunda, tan honda.
Pensar que lo imaginé de tantas maneras: salidas, regalos increíbles, fotos... un festejo digno de un aniversario. Nuestro primer Aniversario.
No tendría que haber salido. No tendría que haberte saludado diciendo “Hola, soy Lucía”. No tendría que haberte dado un beso esa noche, ni imaginarme el resto de mi vida con vos.
Tendría que haber ido a otro lugar, seguir siendo ignorante en cuanto al amor respecta y continuar sin saber lo que era lo que hasta ese momento no había sentido nunca.
No me importa si seguía lastimando gente, si seguía dando besos de alquiler. No. Prefiero eso antes que sufrir y llorar todo lo que sufrí y lloré. Prefiero seguir vendada caminando por la vida, vacía. Quiero borrarle tu cara al príncipe azul del cuento.
Ojalá esa fecha nunca hubiera existido. Ojalá nunca me hubiera enamorado de vos. Ojalá nunca me hubieras hecho sentir.

Pero te miro, y pienso que no quiero estar en otro lugar. Te veo y me late fuerte el corazón. Te escucho respirar y sé que vos hacés del mundo un lugar mejor. Y pienso en que te quiero cuidar toda la vida, que sos lo mejor que me pudo haber pasado, que me rescataste y no te cambio por nada.

Te toco y pienso que no sos real.

Todo esto pasó por mi cabeza, cuando ayer a la noche, te acariciaba el pelo mientras dormías a mi lado.

A dónde va el tiempo?

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"Esta noche está en nuestras manos decir alguna verdad que ya, que ya mentimos a diario"

Habitués